miércoles, 17 de agosto de 2011

Monte Ballo con susto

Tras una semana atípica, en la que he tenido que trabajar de noche más días de la cuenta, he vuelto a trotar por la montaña. Una semana que me ha servido para descansar muscularmente y seguir recuperando mi tibia.

El plan era subir y bajar el monte Ballo, de 1.197 metros, que ofrece una vista espectacular de la llanada alavesa y de las sierras de Aizkorri y Aralar.


Es una montaña a la que siempre he subido por la mencionada llanada, así que hoy me he propuesto subir por el puerto de Opakua.




He comenzado suave, ya que el objetivo era acumular kilómetros y desnivel. Además, los 29º C que había no iban a ayudar mucho. Así que, al trote y sin sufrir.



Atravieso un robledal cerrado, salgo a unos pastos bastante extensos y me vuelvo a internar en un hayedo en el que el sol no entra ningún día del año, y hace que todas las rocas estén verdes, lo que da un toque fantástico, en el que parece que en cualquier momento nos vamos a topar con un gnomo.



Aunque no ha sido precisamente un gnomo lo que me he encontrado. Pasados dos refugios de pastores me dirijo hacia unas vacas que pacen tranquilamente. Una, dos, tres.... y sorpresa!!!, un mastín mirándome fíjamente a escasos 6 metros.





Algo innato me hace detenerme y sin querer le miro de refilón y doy media vuelta para volver por donde venía. Los consejos de César Millán, esos de no mirar, no escuchar y no tocar al dulce animalito, no me da tiempo a ponerlos en práctica. Sólo escuchar el primer ladrido hace que ponga la directa monte abajo. En mi camino pierdo la cuenta de las boñigas que piso.



No pasan ni 500 metros y sigo notando las babillas del morlaco en mis gemelos. Al fondo veo la alambrada que momentos antes había franqueado, no sin problemas. El tiempo no corre, pero el perro sí. Por fin, la alambrada. A la carrera y, lógicamente sin pararme, apoyo mi mano en un poste de madera y salto la alambrada cual acróbata en el Circo del Sol.



La caída es lo de menos (de cabeza y rodando). Me levanto sin saber dónde está el mastín, y tras ubicarme, le veo ladrando al otro lado de la alambrada. He librado, pero por si acaso sigo corriendo, no vaya a ser que le dé por pasar por debajo.



Nunca había visto un mastín cuidando de unas vacas. De unas ovejas sí, es lo más común por estas tierras, pero de unas vacas...



El caso es que tengo un ahuyentador en casa, pero no sé yo si es muy eficiente. El próximo día habrá que tener más ojo.



Por cierto, al pasar el entreno del Polar, veo que he realizado el famoso kilómetro en 2:52. Menos mal que aún estoy fondón. Los días que quiera hacer series me iré por esta zona y le haré una visita a mi amigo.








5 comentarios:

  1. Menudo susto, pero estupenda serie. Te veo subiendo a visitar al mastín muy a menudo. Jeje.
    En serio, yo he tenido también algún percance con perros pero nunca con un mastín. Me come seguro... y se queda con hambre.
    Abrazo

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  2. Pues yo también he vivido en más de una ocasión un encuentro semejante y realmente se pasa mal...!! Aunque por suerte nunca han llegado a morder tan sólo a intimidar.. Pero ver a un gran perro a pocos metros de ti enseñando los dientes y con cara de pocos amigos no apetece nada.... Prueba el ahuyentador y si funciona me lo dices..!!!

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  3. ¡Ánimo! Pero te aviso que no será el primero que te encuentres. En Álava se está adaptando la moda de poner mastines donde tendría que haber un pastor. Yo ya he tenido algún susto. Dicen que son territoriales, que en cuanto abandonas el terreno que consideran suyo dejan de perseguirte. Varios problemas: ¿Si te pillan antes?, el otro problema: los dueños del ganado sabedores de los problemas que pueden ocasionar estos perros no los suelen tener en regla. Ante un ataque ¿a quién reclamamos?

    Todo esto dicho por un gran amante de los animales y propietario de perros.

    Pd. Si vas con perro en vez de solo y te encuentras con uno o varios mastines el problema se multiplica. Entonces ellos sí se ven en peligro y atacan. Me ocurrió en el Espigüete, en Palencia, y creía que no lo contaba.

    Saludos, y precaución.

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  4. Menos mal que no llevé a Elur. Es un pastor vasco que en cuanto ve ganado, para allá que va a recogerlo y cambiarlo de sitio.
    Es cierto que se está extendiendo el uso de mastines; no hay más que ir a los valles de Kuartango o Aiala.
    Habrá que ir coloreando un mapa por zonas de riesgo.
    Un abrazo, Patxi.

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  5. Ostia socio, qué susto. Cuando voy de vacaciones por la serranía de Cuenca y corro por los montes que llevan al nacimiento del río Júcar, suelo encontrarme con rebaños de ovejas y con sus correspondientes guardianes los mastines. Imponentes perros. En alguna ocasión he tenido la experiencia de que viniera hacia mí ladrando y con cara de pocos amigos y siempre se han quedado a poco más de un metro, ladrando pero sin llegar a trincarme... no sé si habrá sido cuestión de suerte o que simplemente intimidan y ya está. En cualquier caso mejor no toparse con ellos. Creo que Patxi García tiene razón, seguramente lo hubieras tenido mucho más crudo si hubieras ido con Elur.
    Por lo demás, ánimo, a seguir dando guerra!!! Saludos campeón!!

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